"...Y mi corazón está loco porque aúlla a la muerte y sonríe detrás del viento a mis delirios"

facebook / instagram
Que te vaya bien
domingo, 20 de noviembre de 2016

     Cuando logro evocar recuerdos de mi padre; antes de la enfermedad, las medicinas y los hospitales, se reproduce una película que quisiera poder detener. Cuando subir y bajar unos cuantos pisos era sólo un ejercicio para ti, yo me despedía con una estúpida canción de ritmo improvisado. 


     "Chao, papi. Bendición. Que te vaya bien". Verso que continuaba hasta oír a lo lejos la puerta cerrar. Luego yo corría al balcón para pedirte me bendijeras una última vez antes de verte partir. 


     Ahora estamos en tu habitación, reviviendo el pasado gracias a las cartas y fotografías que con tanto cariño guardabas. Yo no podía descifrarlo en aquel instante, pero ya sé que no te sentías tan fuerte como siempre te vi; aunque para mí fueses el hombre más grande. Para ti, eso había quedado atrás. 


     Fue entonces cuando con un transcurso maldito del tiempo, en lugar de dar pasos firmes, empezaste a necesitar apoyo. Tus piernas, débiles, se acompañaron de bastones y andaderas. Y así, hasta que te perdiste a ti mismo en aquellos años que solíamos contemplar en tu cajita de momentos lejanos.


     La vida te regaló un manojo de oportunidades más; como aquella víspera de año nuevo que tuvimos la dicha de compartir contigo luego de una visita al hospital que creímos no ibas a superar. 


     Dos diciembres más tarde, llegó el terrible día... 


     Me haces una falta inmensa, querido padre. Por acá se te extraña todos los días. ...Y aunque desearía tenerte aquí, sé que te fuiste cuando sentiste que era indicado.

El álbum de mi cabeza sólo con fotos tuyas se llena...
  
     “Si pretendo que lo odio… Seguro dolerá menos”

     Me convencí que la indiferencia amortiguaría el dolor. Sabía que te estaba hiriendo, y no me importó; ¿cómo puedo entonces perdonarme ahora? Si te fuiste cuando aún me quedaba tanto por confesar…

     No hay día que no me culpe, es mi condena por permitir que te llevaras este recuerdo de mí: Lejana, fría, egoísta. Y tú, entre todos, eras el que menos lo merecía. Tú… Siempre tan sonriente al verme.

     El tiempo juega conmigo y corre más despacio. ¿Cómo tolero tu ausencia? Este no-tenerte me hace maldecir por no haberte abrazado lo suficiente; y hoy cuando ya es muy tarde, quisiera decirte lo que nunca pude:


TE AMO, PADRE.



De vez en cuando pierdo el rumbo, pero termino encontrando el camino de vuelta.